jueves, 10 de febrero de 2011

Avigail


Avigail es apreciada por su belleza y sabiduría, cualidades que ella mostró al salmista ungido rey de Israel.
Y en Maón había un hombre que tenía su hacienda en el Carmelo, el cual era muy rico, que tenía tres mil ovejas y mil cabras. Y aconteció hallarse esquilando sus ovejas en el Carmelo. El nombre de aquel varón era Nabal, y el nombre de su mujer, Abigail. Y era aquella mujer de buen entendimiento y de buena gracia; mas el hombre era duro y de malos hechos; y era del linaje de Kalev.
(1Samuel 25:2-3)
Por qué una mujer bella e inteligente habría de casarse con un hombre indigno y necio, es un misterio que quizás sólo una mujer pueda explicar, y yo no lo soy… El contraste entre ella y su marido es destacado por el escritor en la introducción de la historia que la llevó a encontrar a David.
Y oyó David en el desierto que Nabal esquilaba sus ovejas. Entonces envió David diez siervos, y les dijo: «Subid al Carmelo, e id a Nabal, y saludadle en mi nombre. Y decidle así: Que vivas y sea paz a ti, y paz áa tu familia, y paz a todo cuanto tienes. También supe que tienes esquiladores. Ahora, a los pastores tuyos que han estado con nosotros, nunca les hicimos fuerza, ni les faltó algo en todo el tiempo que han estado en el Carmelo. Pregunta a tus siervos, que ellos te lo dirán. Hallen por tanto estos siervos gracia en tus ojos, pues que venimos en buen día: ruégote que des lo que tuvieres a mano a tus siervos, y a tu hijo David». Y como llegaron los siervos de David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David, y callaron. Y Nabal respondió a los siervos de David, y dijo: «¿Quién es David? ¿y quién es el hijo de Yishai? Muchos siervos hay hoy que se huyen de sus señores. ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y mi víctima que he preparado para mis esquiladores, y la daré a hombres que no sé de dónde son?» Y tornándose los siervos de David, se volvieron por su camino, y vinieron y dijeron a David todas estas palabras. Entonces David dijo a sus hombres: «Cíñase cada uno su espada». Y ciñóse cada uno su espada; también David ciñó su espada; y subieron tras David como cuatrocientos hombres, y dejaron doscientos con el bagaje.
(1Samuel 25:4-13)
Este evento tuvo lugar en el periodo en el cual David era un fugitivo con su propio ejército, aún siendo el rey ungido por el Profeta Samuel, porque Shaul todavía reinaba. En sus andanzas a través del desierto de Yehudah, David pide hospitalidad a Nabal, porque sus soldados habían protegido a los hombres de Nabal en una ocasión anterior. Nabal hace muestra de su estupidez, no sólo negando lo que había pedido David, sino recalcando que David era un forajido que se apartó de su rey. Un campesino con algunos siervos osa desafiar a un comandante de seiscientos guerreros! Nabal firmó su propia sentencia de muerte.
Y uno de los siervos dió aviso a Abigail mujer de Nabal, diciendo: «He aquí David envió mensajeros del desierto que saludasen a nuestro amo, y él los ha zaherido. Mas aquellos hombres nos han sido muy buenos, y nunca nos han hecho fuerza, ni ninguna cosa nos ha faltado en todo el tiempo que hemos conversado con ellos, mientras hemos estado en el campo: nos han sido por muro de día y de noche, todos los días que hemos estado con ellos apacentando las ovejas. Ahora pues, entiende y mira lo que has de hacer, porque el mal está del todo resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa: pues él es un hombre tan malo, que no hay quien pueda hablarle».
(1Samuel 25:14-17)
La sabiduría de Avigail era reconocida por los siervos de Nabal. Éste joven, según los conceptos de la época, no debería haber ignorado la autoridad de su amo y contarle a su mujer lo que había sucedido, pero él sabía que ella era la única persona capaz de encontrar una solución al grave incidente causado por la idiotez de su amo. Aún cuando David había determinado la destrucción de toda la casa de Nabal y de sus propiedades, el siervo confiaba en que Avigail habría calmado la ira de David.
Entonces Abigail tomó doscientos panes, y dos cueros de vino, y cinco ovejas guisadas, y cinco medidas de grano tostado, y cien hilos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos, y cargó todo en asnos;  y  dijo a sus siervos: «Id delante de mí, que yo os seguiré luego». Y no declaró nada a su marido Nabal. Y montándose sobre un asno descendió por una parte secreta del monte, y he aquí David y los suyos que venían frente a ella, y ella les fué al encuentro. Y David había dicho: «Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto mal por bien. Así haga Adonay, y así añada a los enemigos de David, que de aquí á mañana no tengo de dejar de todo lo que fuere suyo ni a un varón». Y como Abigail vió a David, descendió prestamente del asno, y postrándose delante de David sobre su rostro, se inclinó a tierra; y echándose a sus pies, dijo: «Señor mío, sobre mí sea el pecado; mas ruégote hable tu sierva en tus oídos, y oye las palabras de tu sierva. No ponga ahora mi señor su corazón en aquel hombre brusco, en Nabal; porque conforme a su nombre, así es. Él se llama Nabal, y la locura está con él; mas yo tu sierva no ví los siervos de mi señor, los cuales tú enviaste.  Ahora pues, señor mío, vive HaShem y vive tu alma, que Adonay te ha impedido que vinieses a derramar sangre, y vengarte por tu propia mano. Sean pues como Nabal tus enemigos, y todos los que procuran mal contra mi señor. Y ahora esta bendición que tu sierva ha traído a mi señor, dése a los siervos que siguen a mi señor. Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues HaShem de cierto hará casa firme a mi señor, por cuanto mi señor hace las guerras de Adonay, y mal no se ha hallado en ti en tus días.  Bien que alguien se haya levantado a perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, el alma de mi señor será ligada en el haz de los que viven con HaShem, tu Elohim, y Él arrojará el alma de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda. Y acontecerá que cuando HaShem hiciere con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te mandare que seas príncipe sobre Israel, entonces, señor mío, no te será esto en tropiezo y turbación de corazón, el que hayas derramado sangre sin causa, o que mi señor se haya vengado por sí mismo. Guárdese pues mi señor, y cuando HaShem hiciere bien a mi señor, acuérdate de tu sierva».
(1Samuel 25:18-31)
Aquí encontramos una mujer que rompe todas las reglas conformistas que enseña la oficialidad religiosa: ella actúa de propia iniciativa, sin el permiso de su marido, y lleva a cabo una acción que es exactamente lo contrario de la voluntad de su marido. Ella usurpó su autoridad! Entonces, se presentó ante David con humildad, y tomó sobre sí la responsabilidad por “no haber visto a los mensajeros de David”… ¿Qué podría haber hecho contra la voluntad de su marido? ¿Habría dado una contraorden? Ésto no es todo, sino que se atrevió a calificar a su marido de necio!
Su sabiduría espiritual se manifiesta en sus palabras, cortésmente diciendo a David que no era digno de él derramar sangre por venganza por su propia mano, porque era el combatiente por la causa de Dios, y es Dios que lo debe vengar. Ella incluso desea que sus enemigos sean necios como Nabal. Avigail recordó a David que había sido profetizado para él ser el Rey de Israel, y que debía reinar con limpia conciencia, no habiendo matado sin causa. Al final, ella le pide de recordarse de ella cuando él habrá recibido la bendición del Señor.
Y dijo David a Abigail: «Bendito sea HaShem, el Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases; y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy el ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano. Porque, vive HaShem, el Dios de Israel, que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venirme al encuentro, de aquí a mañana no le quedara a Nabal un varón». Y recibió David de su mano lo que le había traído, y le dijo: «Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y he tenido respeto de tu persona».
(1Samuel 25:32-35)
La ira del valeroso guerrero fué calmada por el entendimiento de una mujer. El príncipe de Judá y de Israel hizo caso del consejo de esta mujer, y la alabó por su inteligencia. Le hizo saber que ella había apenas salvado la vida de todos los varones de la casa de Nabal – y a ella misma de ser tomada como parte del botín (aunque sabemos quién se la habría quedado para él…).
Y Abigail vino a Nabal, y he aquí que él tenía banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón de Nabal estaba alegre en él, y estaba muy borracho; por lo que ella no le declaró poco ni mucho, hasta que vino el día siguiente. Pero a la mañana, cuando el vino había salido de Nabal, le refirió su mujer estas cosas; y se le amorteció el corazón, y se quedó como piedra. Y pasados diez días Adonay hirió a Nabal, y murió. Y cuando David oyó que Nabal era muerto, dijo: «Bendito sea HaShem, que juzgó la causa de mi afrenta recibida de la mano de Nabal, y ha preservado del mal a Su siervo; y HaShem ha tornado la maldad de Nabal sobre su propia cabeza». Después envió David a hablar a Abigail, para tomarla por su mujer. Y los siervos de David vinieron a Abigail en el Carmelo, y hablaron con ella, diciendo: «David nos ha enviado a ti, para tomarte por su mujer». Y ella se levantó, e inclinó su rostro a tierra, diciendo: «He aquí tu sierva, para que sea sierva que lave los pies de los siervos de mi señor». Y levantándose luego Abigail con cinco mozas que la seguían, montóse en un asno, y siguió los mensajeros de David, y fué su mujer.
(1Samuel 25:36-42)
Avigail, la mujer desobediente, fué liberada de su marido, que fué castigado por su mal comportamiento hacia David. Habiendo oído la noticia, David se recuerda del consejo que ella le dió, bendiciendo a Dios por haberle impedido de tomar venganza. La mujer le dejó tal impresión, que la quiso como esposa – él de hecho “se recordó” de ella como ella le había pedido, aún antes de que el Señor le hubiese dado el reino!
Avigail era una mujer determinada que sabía lo que tenía que hacer, a pesar de las reglas sociales que requerían sumisión al marido, y fué valiente como para presentarse ella misma ante el jefe de seiscientos guerreros para persuadirlo a renunciar a su contraofensiva, hablándole con sabiduría y dulzura. Ella no fué culpada por haber transgredido las reglas, sino recompensada, pasando a ser la mujer (una de ellas) del Rey.




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